jueves, 12 de junio de 2008

Rezar




Rezar... la mar se pone fea;
Rezar es departir con el Maestro,
y es rezar –¡y qué rezar!– decir “te quiero”,
es echarse a sus plantas en la hierba,
y lo es –¡no lo iba a ser!– decir “me pesa”,
o entrar en la casita de Betania
y el “quiero ver” del ciego,
para escuchar las charlas de su cena;
y el “límpiame” angustioso de la lepra,
rezar es informarle de un fracaso,
la lágrima de la viuda,
decirle que nos duele la cabeza;
y el “no hay vino” en Caná de Galilea;
rezar es invitarle a nuestra barca
y es oración, con la cabeza gacha,
mientras la red lanzamos a la pesca,
después de un desamor gemir “¡qué pena!”;
y mullirle una almohada
cualquier contarle a Dios nuestras tristezas,
sobre un banquillo en popa a nuestra vera;
cualquier poner en Él nuestra confianza...
y, si acaso se duerme,
–y esta vida está llena de “cualquieras”–,
no aflojar el timón mientras Él duerma;
todo tierno decir a nuestro Padre,
y es rezar despertarle, si, de pronto,
todo es rezar..., ¡y hay gente que no reza!

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